Nota de lectura: “Tesis sobre el cuento” de Ricardo Piglia

Category :

El escritor Ricardo Piglia resume en su relato las distintas tesis y por lo tanto, características que debe tener un cuento.

Comienza informando que debe siempre contar dos historias. El arte debe estar en contar indicios de la segunda historia dentro de la primera, desenvolviendo el secreto sobre el final. Esta historia secreta, secundaria, es a su vez la clave del relato, este se construye como el iceberg con lo que no se dice más que con lo que se dice. A su vez estas dos historias deben ser contadas de modo diferente, con sistemas diferentes. También dice que la elipsis es fundamental para realizar todo relato.

El texto enumera varias fuentes para comprobar estas dichos como Borges, Chejov, Adams, Kafka, Anderson, Por, Quiroga, entre otros.

Nota de lectura: “¿Por qué no bailan?” de Raymon Carver

Category :

En mi opinión es un texto muy extraño. Aun no logro descifrar el final del relato o tal vez está armado para que así sea, para que el final quede muy abierto.

Comienza cuando un hombre decide vender todas sus cosas en el jardín. Escritorio, televisor, cama, todo. Se va a comprar y una joven pareja se acerca. Prueban la tv, la cama también, la chica le insinúa al muchacho hacer el amor ahí mismo en el jardín. El hombre regresa y charla con ellos. Les ofrece whisky y cerveza mientras van debatiendo sobre los precios de la cama y televisor que la joven pareja deseaba comprar. Siguen bebiendo y el muchacho termina borracho.

Luego el hombre le ofrece a la pareja que bailen, estos lo hacen. Después de un rato el hombre se acerca a la muchacha y baila con ella. Por último deja abierta la incógnita del relato, si incita a pensar en una posible infidelidad por parte de la muchacha o un acoso por parte del hombre, entre otras opciones. El desenlace es más que abierto ya que deja a la interpretación que cada uno quiera realizar. Yo por mi cuenta sugiero que la desesperación del hombre de vender todo, quizás por sufrir una perdida sentimental, lleva a sugerirle a la chica intimar y ésta termina aceptando.

Nota de lectura: “La forma de la espada” de Jorge Luis Borges

Category :

El relato comienza cuando el narrador cuenta la historia de un inglés, al cual no nombra sino hasta el final de texto que tenía una cicatriz. Inicia la descripción del mismo indicando de qué lugar venía y que rigurosas características tenía. El narrador, en una noche que se quedó en La Colorada, donde el inglés vivía, cenó con él. Después de la cena el narrador decide preguntarle por su cicatriz a lo que el hombre, que no era inglés, sino irlandés decide contarle con la condición de que no mitigue ningún aprobio. El narrador asiente. Aquí aparece una analepsis, un retroceso al pasado en el relato.

La historia se remonta a 1922 en la lucha por la independencia. Una noche llega un afiliado llamado Vincent Moon. Joven, flaco y fofo a la vez, había leído todo el manual comunista y resumía cualquier historia universal a un conflicto económico.

Una noche de batalla ambos, el irlandés y Moon quedaron en una calle de tierra cuando un soldado enorme apareció. El narrador corrió mientras que Moon se quedo inmóvil lo que hizo volver al mismo a derribar al soldado y sacarlo del brazo.

Al otro día el narrador se encarga de explayar la cobardía de Moon, sus reproches hacia la economía del partido revolucionario, sus censuras o reformas de planes, compensaba su cobardía física con soberbia mental. Durante 9 días fue así. Al decimo día, el irlandés llega al lugar donde se encontraban y escucha una conversación telefónica de Moon donde le decía a otro como capturar a su compañero, lo estaba vendiendo. El narrador corrió a Moon por toda la casa hasta que le corto la cara con una espada dejándole una cicatriz antes de que los soldados lo agarren. Moon tomó el dinero que cobró y huyó al Brasil.

Aquí el narrador concluye su historia y explica al primer narrador, llamado Borges que él era Vicent Moon, dando una vuelta de tuerca a la historia y demostrando la marca de la cicatriz como un elemento crucial de la historia, como metáfora de la traición.

Nota de lectura: “En el mar” de Antón Chejov

Category :

El texto nos presenta un narrador en primera persona que inicia su relato informando al lector que es marinero. Está en el barco, bajo chistes y risas cuando un escalofrió recorre su cuerpo. Luego hace una pausa en su relato para describir la inmundicia que es el hombre, en especial los marineros, además de acotar que pueden morir en cualquier momento y a nadie le importaría, su vida no vale nada.

Continúa detallando lo que sucedió esa noche. La cámara de luna de miel estaba ocupada, había 2 agujeros para espiar y la suerte le toco a él y a su padre para hacerlo. El joven narrador espió por uno de los agujeros para descubrir allí un joven pastor, el novio, una joven muy hermosa, la novia y un banquero inglés, que caminaba por todos lados en la habitación. Los tres estaban hablando demasiado, asique decidió irse.

Cerca de la una de la mañana salió el banquero y el joven espió nuevamente, junto a su padre. Vio a la dama sentada, mirada fija al piso mientras oía al joven pastor, su novio, hablarle apasionadamente como que le pedía algo y ella se negaba. Al rato la petición se convirtió en amenaza y la dama no tuvo otra opción que aceptar.

Tres minutos después la puerta se abrió y el banquero ingles entró, sacó un bulto de billetes y se los tendió al pastor que aceptó gustoso. Luego el joven salió y el inglés cerró la puerta con llave. Por último, el narrador se aparta de un salto asustado, el padre lo saca y le dice que no tiene necesidad de ver eso a su corta edad y ambos se van.

Este relato muestra sin duda la impunidad del dinero, como todo lo puede comprar y como cualquier persona puede venderse a sí mismo o a su mujer por unos billetes. Es importante marcar también el contraste que el cuento ofrece: Mientras que en un primer momento el narrador enumera las razones por las cuales los marineros son seres despreciables la aristocracia y gente de dinero actúa de manera igual o incluso peor en cuanto a valores morales.

El 19 (Trabajo etnográfico)

Category :

19. El 19 siempre fue un número que captó mi atención de manera implícita. Cada vez que el mismo se cruzaba en mi camino decenas de recuerdos pasaban por mi mente tratando de relacionarlo con otros momentos en los cuales esta cifra había aparecido. Quizás una suerte de casualidad llevó a que hoy sea 19 de mes, quizás no. En cualquier caso, no es sobre numerología el tema de este relato sino sobre una experiencia a través del viaje. Viaje que va a realizarse en la línea 19 de colectivos, de esta gran Buenos Aires.

El recorrido comienza cerca de las 19 hs. Esto no es casualidad, mi horario laboral indica que la jornada ha terminado y el retorno a casa es inminente; pero esta vez voy a hacerlo distinto. Decidí, por esas cuestiones que uno no puede explicar, ir a visitar a mi mama que seguro se iba a poner más que contenta de una visita inesperada. Agarré los objetos cotidianos dispuesto a encarar el viaje: billetera, documentos, llaves, celular; en ese interín veo de reojo un libro que me trajo mi viejo. Me agarró ansiedad por leerlo, hasta pasó por mi mente la idea de no ir para tirarme en la cama a desglosarlo. Pero desistí, si no era ese día después con los parciales y las entregas laborales iba a ser más complicado visitarla. ¿Cómo podía cumplir ambos deseos? Decidí dejar el auto y partir hacia el colectivo. Las casi dos horas de viaje que tendría por ese medio, en la tranquilidad del mismo, me iban a permitir al menos sacarme esas ganas insaciables de comenzar la lectura y a la vez proveerme de transporte para llegar a mi destino. Afirmé con un gesto como si alguien me estuviera viendo, pero estaba solo. Agarré el libro y comencé el viaje.

No llegó a transcurrir una cuadra que la idea cayó a mi mente de una manera brusca, como aquella manzana sobre la cabeza de Newton. Tanto tiempo llevaba pensando sobre que viaje explayar en este relato, que, como aquella conocida frase, este viaje “me vino como anillo al dedo”. En vez de realizar mi primera idea, de un viaje con destino totalmente incierto, decidí rehacer un viaje que fue tan común para mi, tan cotidiano, tan mío durante casi 4 años (de los 17 a los 21) y hoy, me siento extraño a él, ajeno, distante, como un sapo de otro pozo, como quien no corresponde a ese “aquí” y “ahora”.

Eran 19:19, o tal vez menos. Ocho largas cuadras me separan de mi residencia actual hasta la tan bulliciosa plaza Once. Insisto en el adjetivo “largas” y remarco que no me refiero a la longitud métrica de las mismas, sino al uso que a esa palabra le asignamos comúnmente. A las 7 de la tarde, después de casi 13 horas de actividad, de una semana agitada, todo parece ser más “largo”. Pero mi mirada es crítica, es distinta a la común. No miro, observo. Cada baldosa tiene un por qué, cada escena un color distinto, cada momento una razón. Analizo cada instante en mi recorrido y me separo más de esa cotidianeidad que supo reinar por años mi trayecto de regreso a casa; mi mirada está en otro lugar, quizás, opuesto.

Camino en línea recta. El camino es recto, son ocho cuadras de esquina a esquina. Observo la gente que transita, no creo conocer a nadie. Una plaza a mi izquierda me recuerda a almuerzos realizados sobre aquellos pastos verdes, hoy todo es distinto. Sigo. Llegando a plaza Once las caras son distintas, los rasgos no son los esperados, las miradas desconfiadas invaden la multitud y todos parecemos tranquilos cuando no lo estamos. Como cambió la plaza. Hoy, ese lugar en penumbras y misterioso se ve avasalladlo por luces blancas perturbantes. Debo reconocer que está más pintoresca, y, tal vez, más segura. Punto a favor para el gobierno; ahora van 1 a 100 en el marcador. Sonrío al ver que la parada sigue allí. Claro, estuvo en ese mismo lugar durante décadas y seguirá estando, el mundo no gira a mi alrededor, recuerdo.

Éramos solo 3 personas en la parada; un anciano de edad avanzada, una señorita de unos 25, 26 años y yo. El colectivo llegó rápido, no demoró más de 2 o 3 minutos. En horario pico las unidades que salen de esa terminal aumentan, hipótesis que confirme cuando al subirme, veo por el vidrio del fondo que otro 19 se acerca.

- “Hasta Maipú al 1000 por favor”. Le dije al chofer.

No respondió. Sí lo hizo la máquina expendedora de boletos que fríamente imprimió en su frente la frase “ $ 1,40,-“.

- “Je, la inflación nos afectó a todos”. Le comenté a la máquina.

Tampoco respondió. Sólo le interesaba que le dé el dinero, que ambiciosa. El anciano me miró extrañado. Arrebaté el boleto y me fui a mi asiento. Dicen que cuando queremos algo lo tomamos como de nuestra propiedad. Durante mis viajes diarios, solía sentarme en el mismo lugar siempre. Claro, tomaba el colectivo en la terminal, poca gente, podía elegir el asiento a mi gusto, ese del fondo a la izquierda, detrás de la puerta de salida. Recuerdo enfadarme cuando ocasionalmente alguna persona se me adelantaba y se sentaba allí antes que yo. Estaba todo el viaje fastidioso. Me senté allí y me dispuse a observar.

El viaje comenzó. Dio la vuelta por la plaza hasta encarar derecho por Av. Rivadavia. Mucha gente subió allí, a tal punto que luego de 3 paradas ya no había asiento disponible para otro usuario. La cantidad de comercios era incontable, las luces adornaban la avenida más larga de Buenos Aires. 5 minutos transcurrieron hasta doblar por Salguero. El viaje se volvió tedioso; la luminosidad disminuyó, la cantidad de gente también. La calle es angosta y es de las más utilizadas para ir hacia el norte. Yo prefiero agarrar por Billinghurst que está más vacía y en mejor estado el pavimento, pero claro, yo no lo elijo. Muchos vehículos, muchas bocinas, muy lento el traslado. Ya no había tantos negocios, el ambiente era calmo. Siempre me gustó Almagro, espero algún día vivir allí. El viaje continuaba y la gente se amontonaba, ya no había lugar ni para una mosca, aunque sí para otra persona; siempre entraba uno más.

Todo me parecía conocido. Noté que a pesar del paso del tiempo las cosas seguían en su lugar. Recordé nuevamente que el mundo no cambia a la par mía. Habían pasado 19 minutos desde que el colectivo partió de plaza Once y no habíamos llegado ni a Medrano. Que lento se volvía todo, más cuando lo analizabas. Por lo general en mis anteriores viajes solía leer, tomar apuntes, subrayar, escuchar música o cuando no, dormir una pequeña siesta para retomar fuerzas a la noche. Esta vez el objetivo era distinto, era observar cada movimiento, y por supuesto el tiempo parecía “alargarse” nuevamente. El recorrido continúo por calles paralelas a Av. Córdoba. Siempre me pregunté por qué no agarrar una avenida para hacer el viaje más rápido, pero por supuesto no era mi decisión.

Observé un poco el ambiente, las personas que allí se encontraban. Había gente de trabajo, en traje, miradas cansadas, abrumadas, con ganas de llegar a casa y descansar. Había estudiantes también, que como yo en otros momentos, sacaba apuntes para resumir y veía desgastar esos resaltadores amarillos, naranjas y verdes. Noté pocas mujeres, no quiero hacer una investigación cuantitativa en este relato pero calculo que un 20% solamente de los usuarios pertenecía al sexo femenino. Sería un tema interesante para analizar algún día, a ver que respuestas brinda esa investigación.

Por la ventana veo gente corriendo. No quieren perder 10 minutos de su vida en esperar otro colectivo, no. Prefieren correr, arriesgar su físico a pisar mal y caerse (más en esta ciudad con pisos tan deformes y discontinuos). No afecta la vestimenta tampoco, ni mujeres con tacos altos hacen excepción a esta regla.

El viaje continuó sin muchas diferencias. Se hace largo y hasta un poco molesto, ya noto que quiero llegar. De repente por la ventana diviso la General Paz. Esa avenida (así se define, aunque parece más un autopista) que divide políticamente el territorio entre la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, en este caso, partido de Vicente López. Y por más que sea una división arbitraria y la fauna y flora no se vea modificada, se nota un gran contraste entre un lugar y otro. Los movimientos son distintos, es todo más pausado, más tranquilo. La iluminación cambia, o mejor dicho, disminuye. Las calles internas muestran una quietud envidiable. Me pregunto si será paralelo a la seguridad que ofrece; ¿Tanta tranquilidad es tentación para malvivientes y sus pechorías? Otra investigación para realizar. El colectivo avanza. Voy recordando lugares, viejas anécdotas vienen a mi mente. Por supuesto, este es mi barrio; el barrio es el que uno se crió, el que vivió su niñez, el que supo educarlo y no precisamente esa educación que se da en la escuela. Lugar donde uno aprende lo que es la calle. Eso es el barrio, mi barrio.

Llegamos a destino. Esa parada que tanto me vio descender, con el grafiti “19” pintado en un árbol, tan distinto al cartel moderno en plaza Once que no sólo indica la parada, sino también todo el recorrido. Plaza Once. Que distante la veo ahora. Pero luego pienso, son solo 10 o 15 kilómetros, pero pasaron dos horas. Alguien tiene que hacer algo con esta ciudad. Algo urgente. Son las 21:19, mi mamá sonríe al verme llegar. Apenas la saludo y me instalo en el sillón. Quiero comenzar a leer el libro que no pude leer durante el viaje.

Crónica de la visita al MALBA-Fundación Constantini

Category :

El momento era el indicado. También el día y la hora. Tarde acogedora de miércoles. La semana no empezaba, tampoco iba a terminar. No se podía decir que hacia frio, tampoco que hiciera calor. Así comenzó una excursión maravillosa a un lugar maravilloso; quizás era especial para mí; hacia ya mucho tiempo que no disfrutaba de una tarde durante la semana, sin preocupaciones, sin presiones, sin horarios; tenía en claro que no era por ocio, que debía prestar atención a cada detalle para luego plasmarlo en este texto, pero me permití disfrutar también de los minuciosos y, tal vez, imperceptibles pormenores que dieron alegría a aquella tarde de abril.

El viaje se me hizo largo. Yo venía desde el sur, de mi trabajo, pase a buscar a Hernán por la facultad y de ahí fuimos al Malba, zona norte. Atravesar la ciudad puede ser una odisea hoy en día. Lo que debería ser un simple traslado se convierte en una lucha constante con el tráfico, con el peatón, con los semáforos, con los sentidos de las calles que cambian todos los días, con buscar los lugares menos frecuentados y dar vueltas de más, solamente para intentar llegar antes.

Finalmente arribamos. Al estacionar detrás del museo, tuve la oportunidad de conocerlo antes de entrar ya que cuando avanzábamos hacia el frente, pude espiar por los espejos vidriados del costado los primeros matices del edificio. Al llegar a la entrada quede impactado. La peculiaridad de la construcción, las formas que la estructura conformaba, todo era una gran obra de arte. Definitivamente no era lo mismo mirarlo al pasar, por la tradicional Av. Figueroa Alcorta, que estar ahí, viviéndolo en carne propia. Lo primero que note fue la cantidad de gente que se sacaba fotos en la entrada, no entendía porque la necesidad de tanta fotografía en el exterior habiendo tantas imágenes para fotografiar en el interior, pero continúe en mi camino.

Al ingresar al museo, retiramos las entradas y nos propusimos comenzar el viaje por aquellos salones dotados de arte, un arte tan nuestro; pero al querer subir la primera escalera tuve la primera decepción (y a su vez, la respuesta a mi primer interrogante), no se podía ingresar con cámaras. De tal forma entendí porque la gente solo podía conformarse con cientos de fotos en la puerta de entrada.

Subimos por la primera escalera mecánica. Mientras lo hacía, me maraville con dos obras en particular: “Enredamaderas” de Pablo Reinoso, unas enredaderas que “caen” sobre una de las paredes del museo y que salen de un banco de madera ubicado en el segundo piso. Y además, “El pájaro amenazador” de un genio como Berni que colgaba sobre el techo del MALBA donde casi podía sentirse la presencia del ave.

Ya en el primer piso recorrimos la exposición permanente. Si bien este relato debe centrarse en “Caminos de la vanguardia cubana”, es imposible dejar de mencionar lo espectacular de la obra de muchos autores latinoamericanos. Llamaron mi atención algunos trabajos de Berni, en relieves. Tres fotografías de Andy Warhol con Marta Minujín, que luego investigue tenía relación con el pago de la deuda externa con choclos. Allí lo social, lo político, lo económico se mezclaba con la cultura de una manera casi imperceptible a la lectura común, pero fuertemente acentuada bajo la mirada del ojo crítico. La organización también es motivo de análisis, las obras estaban divididas según las distintas décadas del Siglo XX. Las paredes tenían distintos colores según el contenido del material que allí se exponía. Llamo mi atención también las distintas obras que figuraban; no eran solo cuadros, había esculturas enormes, interactivas, algunas graciosas, otras llamativas, algunas sencillas y otras más extrovertidas y atrapantes. Había más de lo que esperaba.

La travesía debía continuar y avanzamos hacia el segundo nivel donde se encontraba nuestro objetivo primario: la exposición “Caminos de la vanguardia cubana”. Ni bien ingresamos una pared en diagonal irrumpió nuestro recorrido con un largo texto introductorio sobre la muestra. En mi afán por tratar de recolectar los principales datos, una guía se acerco y nos ofreció volantes con los textos para que no tengamos que transcribirlos. El texto informaba acerca de la exposición, de la inquietud por los intelectuales de la isla que llevo al desarrollo prematuro de obras pioneras en el arte cubano. Acerca del periodo recolectado situado entre 1920 y 1940. Los temas abarcados en el museo: Una nueva mirada hacia la mujer, el nacionalismo en su expresión máxima y la relación de la vanguardia cubana con los conflictos políticos de su tiempo. Como ocurrió con otros países latinoamericanos, en diferentes épocas, los tres principios básicos en los cuales se estructuro la idea expuesta eran el nacionalismo, el universalismo y el sentido de responsabilidad social.

El ambiente era calmo, propio de un museo. Se oían muchas voces, pero no se entendía que decían; quizás no tenían nada para decir, quizás estaba todo dicho. Los murmullos recorrían los coloridos pasillos del salón (como en la anterior exposición los colores de las paredes marcaban las distintas temáticas). La muestra invitaba a sus visitantes a recorrerlas de derecha a izquierda, contrario a las agujas del reloj. La iluminación estaba perfectamente preparada; todas las dicroicas que el techo ofrecía apuntaban al cuadro que se exhibía sobre la pared. Con esa sola iluminación bastaba para alumbrar el lugar y que no sean necesarias lámparas agregadas, todo estaba en sincronía. Los cuadros mostraban información muy diversificada; opuesto a lo que pasaba en la exposición permanente, no había obras que resaltasen por encima de otras, lo que ayudaba en cierto punto al recorrido de la muestra, ya que uno no debía esperar a que la gente se dispersara para ver alguna obra en especial, todas eran visitadas y observadas por igual. Recuerdo que el techo era alto y blanco. Las cámaras de seguridad no cesaban un segundo de registrar cada movimiento de los visitantes.

El recorrido comenzó por la temática sobre la mujer; allí se apreciaban una serie de cuadros con mujeres solitarias, de autoras como Amelia Peláez, o incluso de hombres, como René Portocarrero o Carlos Enríquez. Capto mi atención diferentes cuadros de Portocarrero, donde incluía mujeres, generalmente de cuerpo no tan esbelto, en diferentes lugares, siempre solas. Los títulos eran similares, “Mujer en la ventana”, “Mujer en el parque”, entre otros; este pintor iba a ser frecuentado en los distintos pasillos del recinto. La mayoría de las pinturas eran realizadas en óleo o en crayón. El primer pasaje entre la temática de la mujer y el nacionalismo lo encontré en pinturas de Enríquez, donde el mismo afirmaba que “Nuestra vida nacional gira alrededor del sexo”, allí su obra exponía cuadros de mujeres denudas, muchas veces relacionadas con el sexo, incluso entre mujeres mismas, algo osado para la época.

El primer cuadro con aparición masculina llego con “La Taberna” de Arístides Fernández, pintado en 1933, dibujado con lápiz y acuarelas, mostraba la primera idea de protesta, de exaltación del nacionalismo. Enseguida aparecen obras relacionadas con el paisaje. Allí, Víctor Manuel García utiliza cuadros hechos en óleo para intensificar el panorama cubano en retratos muy vistosos. No era el único, René Portocarrero volvía a aparecer en escena con maravillosos paisajes hechos algunos en oleo, otros con lápices. Otro autor, muy comprometido con la realidad cubana de la época era Wilfredo Lam, en alguno de sus escritos reflejaba la poesía de africanos que llegaron a Cuba en relación con la represión que sufrían. En sus pinturas podían verse figuras, hombres, mujeres, animales como gallos, en “Figura con gallo”, criaturas inventadas, como un cuadro muy interesante donde se veía la cabeza de un brujo y el torso de una mujer.

También autoras femeninas destacaban su obra, como Amelia Peláez. Vanguardista en pinturas con objetos, con el cubismo. Arche y Fernández, en sus obras “trabajadores” y “manifestación con banderas rojas” reflejaban el sentido de nacionalismo y la tercer temática referida al conflicto político de la cuba pre-revolucionaria. Marcelo Pogolotti afirmaba este concepto con su idea de pintar la realidad cubana, el reemplazo de obreros con maquinas en obras como “el gigante y el enano”, “dar dar dar..”, “El muelle” o “Manifestación”. En todos ellos hacía referencia a la represión obrera, a los trabajos forzados, a la automatización industrial y a la liberación popular.

La muestra incluía también fotografías de personas reales, generalmente mujeres desnudas o retrato de otros autores, como obras de Joaquín Blez o José Manuel Acosta.

Finalizando el recorrido logre entender un poco más la realidad cubana que no es distante de la vivida en nuestro país, quizás en diferentes décadas. Represión, lucha, protesta…revolución, son palabras que frecuentan el diccionario latinoamericano y que autores de la Cuba de principios de Siglo lograron expresar de manera maravillosa a través de obras únicas y recomendables para todo aquel que aprecie el arte y la cultura.

Robo a mano armada

Category :

Estaba contando el dinero cuando asaltaron el banco. Llevaban armas de alto calibre y cuchillos afilados. Hubiera sido sensato tirarme al piso pero no pude ganarle a mi mal genio, simplemente me quedaba mirando mientras todo el robo se efectuaba sin siquiera dar aviso al guardia que se encontraba en la esquina. De golpe, uno de los delincuentes me llama y ordena que me tire al piso; yo quise aceptar su solicitud con gusto pero estaba paralizado, mi cuerpo se encontraba endurecido totalmente.

Este hecho solo hizo que los delincuentes se enfurecieran más conmigo. Me apuntaron con su revólver de lleno a la cabeza y no me dejaron otra alternativa que rendirme a sus pedidos. No pidieron plata, no pidieron joyas, no pidieron nada de valor. Solo me dijeron: “Levantáte y decíle a toda la prensa que tenemos a diez rehenes atados y amordazados y que si no traen a todas las cámaras en media hora, mueren todos. Ah! Y que nos manden pizza y cerveza”.